lunes, 19 de octubre de 2009

No Toquéis la Pasta 1954 (Touchez pas au grisbi)

Es una adaptación de la novela homónima de Albert Simonin, de la que se dice que tuvo un impacto revolucionario en la escritura de delincuencia francesa. Se estrenó en Paris en Marzo de 1954, donde no obtuvo un gran éxito. Marcó el debut de Lino Ventura en la pantalla. No toquéis la pasta es un claro ejemplo de las influencias culturales entre Francia y EEUU, en el ámbito cinematográfico, como por ejemplo en las películas de delincuencia francesa y gángsters, películas con las que los franceses y americanos se atribuyen la creación del cine negro. Lo que si es cierto, es que No toquéis la pasta allanó el camino a otras grandes películas francesas de robos al estilo americano, que se realizaron después de 1955, un ejemplo podría ser la famosa y gran película Du Rififi chez les Hommes (Rififi) de Jules Dasin.

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Jean Gabin no había tenido trabajos de mucho reconocimiento, pero en el Festival Internacional de Cine de Venecia de 1954 gano la Copa Volpi como mejor actor por su interpretación en esta película. Max es un personaje que está cansado de la estupidez de los bajos fondos y desea escapar, es un hombre que quiere cambiar totalmente de medio, y aunque ha sido destructiva, la delincuencia es lo que más lugar ha ocupado en su vida, pero ahora ya esta rendido. Contrariamente al prototipo de héroe en las películas de gángsters, Max ha alcanzado ya un poder que en realidad no quiere o no necesita más, cuando tradicionalmente se muestra como los gángsters llegan al tope de poder y por ambición les desborda y lo llegan a perder todo.

La película se centra en Max que ha dado el que quiere que sea su último golpe, el robo de cincuenta millones de francos en lingotes de oro, el robo debió ser fácil, lo difícil será esperar el tiempo necesario para que el botín pase desapercibido y pueda ser vendido. En No toquéis la pasta a Becquer no le hace falta mostrar ni siquiera explicar el robo, simplemente se ve un informe en el periódico. El genio de Becquer prefiere centrarse decididamente en lo que viene antes o después de las acciones decisivas. Por eso podemos ver a Gabin y su socio del crimen, a medianoche en uno de los apartamentos de Max, como comen paté con tostadas y beben vino, y como luego se cepillan los dientes, y se reparten las camas y los pijamas tranquilamente en lo que es para mí la secuencia más memorable de la película.

Magnifica también es la escena final cuando Max elige en la maquina de música del bar, o jukebox, su canción favorita, y comienza a sonar esa melodía mientras aparecen los créditos finales, es como una manera de asumir la derrota de forma positiva y alegre. Jacques Becker vuelve a demostrar una vez más lo bien que sabe hacer las películas y como las marca con su sello y estilo personal.

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